lunes, 4 de mayo de 2015

OPINION 'La peste atómica' del periodista Wilfred Burchett- 2012

Leyendo de todo un poco se puede llegar a tener una idea más clara de las formas, muy distintas de pensar, de los que hacen periodismo, intentan hacerlo, o de aquellos que haciéndolo sin educación académica lo logran muy bien. Definitivamente hacerlo dentro y como una carrera es lo que confirma la vocación y derecho a desarrollarse y más, si se tiene en la sangre el olfato, el don de escribir y las ganas de comunicar. Esto lo hace mucho más fácil para aquellos que escriben a diario alguna noticia o crónica para un público específico.
Leer a otro periodista, tener en las manos el trabajo de otros, sentir la pasión del colega por el mismo fin es increíble, se tiene la facilidad de aprender, comparar, calificar y estudiar los estilos de los que hacen del periodismo su vida. Los ritmos de escritura son diversos, complicados a veces, indescifrables, superiores e inferiores, pero siempre nos dejan, sin duda, un aprendizaje para aplicarlo, a lo bien, en nuestros escritos, que buscarán asemejarse, o ser mejores, para llegar más y mejor a nuestro campo de interés profesional y personal, en este plan, a los lectores.
En el caso de las crónicas, considero, son la mejor participación de cada quien, hablando en términos de capacidad para escribir, es lograr por medio de una historia real, transportarnos al hecho tal y como fue, revivirlo en cada palabra y hacer que eso ocurrido no se olvide nunca, es un documento de archivo, valioso y eterno.
Hemos leído muchas crónicas, hecho algunas, tenemos conceptos de cómo hacerlas o escribimos a veces sin saber que estamos creándola o algo parecido con datos reales. Que mejor entonces que tener a la mano varias para leer, no basta el diario con las noticias, la crónica es más completa, es profunda en investigación, extensa en información y clara en su explicación cronológica. Durante este tiempo hemos contado con la oportunidad de leer varias, y muy buenas, que nos dejan como siempre mucho de donde tomar.
En este aspecto puntual he leído dos que me llamaron la atención y dejaron mucho que analizar y por supuesto revisar así el punto de vista de los autores, capaces periodistas que dieron bastante por escribir, exponiéndose y haciendo lo posible para contar una buena historia, necesaria para dar luz a lo que se ocultaba en dicho instante. La verdad siempre da la cara, eso es innegable, no se puede esconder bajo una piedra lo que pesa tanto como ella.
Este es un caso:  “La ´peste atómica”, crónica de Wilfred Burchett, no niego que me impresionó de sobremanera y dejó con una sensación de temor, angustia, pena y un sabor a injusticia de la humanidad. Recorrer con él los terrenos de Hiroshima, casi respirar los olores que percibió, me dio sensaciones diversas, creo que fue la más clara descripción de cómo se llevo ‘con éxito’  un terrible mal al mundo, con gente indefensa y sin la menor idea de cómo superar el hecho, algo que ninguno podría hacer hasta el día de hoy, ¿Cómo salir adelante luego de una bomba atómica, como actuar?
Wilfred Burchett es un cronista de caminos, mi punto de vista es ese, es de aquellos descriptivos a la perfección que narran como se van dando las cosas poco a poco durante en tránsito de su travesía. Para muchos valiente y osado, lleno de olfato y capacidad para logar continuar entre el desastre con fuerza y actitud, además de la aptitud para elaborar tal escrito y tal resonancia a nivel mundial.
Lograr ser un periodista de guerra es difícil, bajo las circunstancias dolorosas, exponiéndose y arriesgando el cuello y su trabajo. Es ahí cuando lo profesional se torna personal y justo para contar lo que pasa ante el mundo pesa más en la balanza, comparando que en aquellos años las comunicaciones no eran tan activas como ahora, pero si buenas y varases, tal como lo demostraron él y su diario. Si era de esperar, en un inicio, se quiera ocultar parte de lo narrado por él, pero luego su completa información se rebeló y el mundo supo lo trágico del caso ‘bomba nuclear, un juguete asesino en manos equivocadas y crueles.
Me dejó intrigada su capacidad de redacción, su estilo es claro, amplio en detalles. Rítmico en lectura y ameno, de ágil pensamiento, elocuente para contar y realista para describir las cosas, en la descripción esta la formula, en la redacción está el estilo y este buen periodista lo consigue, o al menos lo logró.
Su llegada a Hiroshima, la forma en que afrontó las miradas, las desconfianzas y los insultos hacen de él uno de los más fuertes, quien seguro logró asimilar, como los verdaderos profesionales y un gran sentido de supervivencia, lo que ocurría a su alrededor, pero los que se daban cuenta de su interés en informar el hecho sabían que debía llegar a su destino, conocían que lo dramático del hecho merecía otros ojos y pluma para darse a conocer.
La llegada al hospital fue sin duda lo más estremecedor y penoso, sentir su dolor en las letras es llegar a conectarse con el tiempo, con aquel día, y saber como pedían ayuda, era una ventana más  a la desesperanza que pudo haber sentido el mismo periodista, ¿qué podía el hacer ahí mas que redactar el caso?, pero lo hizo de forma sentida, algo sufrida y sin dejar lo “duro” de la noticia como tal, es así como se tiene en clara la misión de escribir lo que se ve, lo que se vive y lo que debe informarse a los demás. Él lo dice con sus letras y con alma: “Escribo esto como un llamado de atención al mundo”.
Sin dejar y hacer a un lado o de menos algunas de las noticias llegaban de parte de otros colegas, pero maquilladas, acortadas y despojadas de su realidad como tal y así cruzaban al otro lado del mundo. Es usual, hasta ahora, ver como se logran manipular las informaciones que podrían revelar mas allá de lo que piensan y/o están involucrados los grandes intereses y en graves casos mundiales. Quien podría decir, que tal bomba sería tan fuerte y que repercutiría hasta el día de hoy, la historia no se puede borrar y quien la conoce, se dice, no cometería errores, pero hemos visto que de los errores van y vienen con el paso de los años, esperemos que lo  injusto no se dé otra vez de aquí a mañana, esperemos….
Su caso es también peculiar, fue un reportero audaz que no dudó en tomar el primer auto para llegar a Hiroshima, y es de muy pocos tomar el riesgo. Es difícil enfrentar tal evento, aunque seguro no sabía a lo que se podría enfrentar, casi siempre se va con la incertidumbre de no conocer lo que se tendrá frente a uno, y está la capacidad para vivir lo impensable.

(Escrito en 2012)