lunes, 14 de octubre de 2019

‘NADA ES LO QUE PARECE’, EL CHOCOLATE QUE BUSCA REHUMANIZAR LA MIGRACIÓN VENEZOLANA


Nota publicada en octubre 2019 en revista Desde Cero de Diario El Telégrafo

‘NADA ES LO QUE PARECE’, EL CHOCOLATE QUE BUSCA REHUMANIZAR LA MIGRACIÓN VENEZOLANA

Un dulce emprendimiento social ayuda a familias migrantes que están de paso por Ecuador a seguir de manera segura su periplo

Una barra de chocolate 100% ecuatoriana ha ayudado a varias personas que han llegado al refugio de la Fundación Hogar de Cristo, Un techo para el camino, a que sigan su trayecto de manera segura, o en algunos casos a que puedan estar legales en el territorio.

Emilio Molina Bravo, un guayaquileño de 18 años y que recién entró a la universidad a estudiar administración de empresas, es quien emprendió en este proyecto que ha tomado con mucha responsabilidad, creó una marca de chocolates y las ganancias son donadas a venezolanos.

“El nombre ‘Nada es lo que parece’ incita a una campaña social y nace de todos los estigmas sociales que tenemos como región y que nos están limitando a crecer, este tema de la xenofobia es uno y en este caso a todos los consideran asesinos, violadores, ladrones y no es así. Eso nos limita a unirnos y a luchar como sociedad”, afirma.

“Estando en el colegio vi una noticia de trata de personas en la frontera de Venezuela con  Colombia, me dolió mucho ver la indiferencia de mis compañeros. Eso me impactó y me puse a pensar del porqué mi generación es tan insensible e indiferente cuando algo así debe tocar las fibras, es ahí que se me ocurrió hacer esto”, comentó.

Con el presupuesto de todos sus ahorros y un préstamo de sus papás, con $1.200 intentó hacer una planta en el mismo refugio pero no fue factible, finalmente viajó a Quito y ahí halló la fábrica con una receta especial. Por ahora solo se vende en Guayaquil en los locales de La Molienda, Vitrina593, Wondermarket y en Backyard y por redes sociales @nadaesloqueparece.

A ‘Un techo para el camino’ desde el año pasado han llegado unas 15.000 personas que se quedan desde 3 días a varias semanas dependiendo del estado de vulnerabilidad. Cuando salen del refugio el destino es el mismo, caminar expuestos al sufrimiento, hambre y peligros propios de una migración con las características que se conocen públicamente.

La idea del chocolate nace de su pasión por el mismo y el altruismo, estando en sexto curso empezó, y unos 7 meses después más de 10 familias venezolanas siguieron su ruta de manera segura. El director del refugio, Ronald Borges, define a qué familia ayudar, se identifica la situación y se hace lo posible para que el dinero se utilice de la mejor manera canalizado por Hogar de Cristo, con la ayuda de la contadora de la misma fundación.

El 50% de las ganancias va a ayuda humanitaria y el otro a la reinversión. “Queremos rehumanizar el concepto de migración empoderando a personas de extrema vulnerabilidad mediante la ayuda que les permitirá salir de refugio y no estar a la deriva. Con los fondos, de acuerdo al caso, logramos la naturalización ecuatoriana, se compra un colchón familiar, se les da para el  arriendo por unos dos meses o algo de dinero para que puedan seguir su camino sin tanto percance”, dice Molina.

Aunque esto no se contabilice, de alguna manera este emprendimiento social quita carga al Estado porque una familia sigue su camino y así se debería alivianar la tensión que hay hacia los venezolanos. “No hay que esperar que todo venga del Estado, como ciudadanos hay que poner el hombro porque todo vale, hay que trabajar usando los privilegios que se tengan de la manera correcta”, comenta.